martes, 17 de agosto de 2010

Las Valkirias




Por Valentín Perea Acevedo

Es difícil hablar de un autor cuyas obras son reconocidas sobre todo por su gran nivel de ventas; esto ocasiona que se distorsione lo valioso o no que posee un libro, sea quien fuere el autor. Obras como las de Rowling, han recibido severas críticas, mismas que quizá compartan con Coelho todo un fenómeno alrededor de la magia, los hechizos y la lucha entre la luz y la oscuridad.

La obra narrativa de Paulo Coelho está inmersa en esta misma tesitura. Además, al narrar lo hace de un modo sencillo, es decir, usando un lenguaje sin complicaciones, elemento que quizá explique su gran éxito en varios países del mundo.

Las Valkirias es una obra escrita después de El Alquimista y es una narración autobiográfica, en la que Paulo Coelho nos describe un periplo de experiencias acerca del autoconocimiento, que a recomendación de J, un amigo suyo, realizará a modo de “Ejercicios espirituales” en el desierto de Mojave, Estados Unidos. Los eventos que narra esta obra ocurrieron entre los días 5 de septiembre y 17 de octubre de 1988, y en ellos, Coelho acompañado de Chris, su esposa, recorrerá el pasado de su mundo interior, de esas moradas mágicas, que hicieron del joven Coelho un escritor de lo oculto.

Chris y Paulo conducen por una carretera de Los Ángeles con rumbo al desierto de Mojave. Paulo tiene un único objetivo: hablar con su ángel de la guarda. Sin embargo, él sabe que los ángeles son mensajeros de Dios, seres que a veces nos observan, de los que presentimos su presencia, sin constatarla.

En aquel desierto, poblado de animales peligrosos cuando cae la noche, se reúnen con Took, un maestro de la Tradición, joven de veinte años, que vive en una casa rodante. Took es el hijo de un mago y ha sido preparado por la Tradición para tomar su papel cuando se abran las puertas del Paraíso. Took explica que para vislumbrar el mundo invisible, hay que posar los ojos en el horizonte, concentrarse en el aquí y el ahora y controlar la segunda mente, ese conjunto de ideas del mundo cotidiano, que siempre ocupan nuestro pensar.

Chris aprende a mirar hacia el horizonte, tal como ha recomendado Took. Un día los esposos en un paseo por el desierto deciden abandonar su auto y caminar hacia un lago de sal, que a la distancia se antoja cercano. Allí, presos de cansancio y somnolencia se despojan de sus ropas. Took les dice que estuvieron a punto de morir de insolación, que el error fue quitarse la ropa, porque sus cuerpos se deshidrataron. Que al ser rescatados por un hombre que vio el auto de la pareja abandonado, un ángel había aparecido. Paulo se muestra escéptico ante esta conjetura.

Took, antes de despedirse, les señala en un mapa dónde vio a las Valkirias por última vez y dice a Paulo que fue conveniente que trajera a Chris. Paulo dice a su esposa que Took habló de cuatro fases en el proceso para hablar con el ángel de la guarda, pero no mencionó la cuarta, y que ésta tiene que ser la canalización.

Finalmente, en una lonchería encuentran a las Valkirias. Son ocho y vienen a caballo. Entran con gran alboroto al lugar, y una de ellas, capta la atención de Paulo. Él lleva un anillo que representa a dos serpientes con dos cabezas y la Valkiria porta un broche con la misma figura. Paulo le dice que se encuentra desesperado y que por ello quiere hablar con su ángel. La mujer responde que puede llamarla Vahalla y lo invita a que se vean al día siguiente.

Chris, Paulo y Vahalla entran a una mina de oro abandonada donde impera el completo silencio. Ahí, ella les dice que deben romper el acuerdo que tienen con las tinieblas, el acuerdo de la derrota.

Paulo ensimismado en la oscuridad recuerda. Hace 14 años, él era compositor de música y seguidor de la Bestia, por ello había logrado mucho éxito. En un momento de su pasado el mal inundó su existencia y la única salida fue tomar una Biblia y rezar a Dios, ofreciéndole su vida. Desde aquel momento todo trabajo que intentó quedó arruinado. Vahalla le dice que ese es el acuerdo que debe romper. Por ello, antes de salir de la mina, Paulo promete dejar todo en manos de Dios. Ahora, su ángel de la guarda estará satisfecho, pues ya no tendrá que impedir que Paulo se destruya a sí mismo.

Paulo y Chris pasan tiempo con las Valkirias, ellas predican en los pueblos y ciudades. Un tiempo después, Valhalla les enseñará a aceptar el perdón, mediante el Ritual que derrumba a los Rituales, usando el odio. Ya sin las Valkirias, los esposos siguen viajando por el desierto, recorriendo ciudades. Por las tardes, salen al desierto. Pero él está triste porque no ha logrado ver a su ángel.

Por fin, un día casi al alba, una mariposa azul revolotea frente de sí. Paulo sabe que es su ángel. Toma una pluma y escribe un pasaje de Isaías de manera espontánea. Cuando sale el sol, una gran luz brilla a su lado y una voz le ordena que no voltee, que se arrodille y mire hacia el piso. Se aterroriza. Le ordenan que limpie la arena frente a él. En ese momento aparece un brazo dorado que traza un nombre en el suelo. Y la voz dice: “éste es mi nombre; cree en que las puertas del cielo se han abierto”. Finalmente, el escritor erige en aquel lugar un altar donde coloca la imagen de Nuestra Señora Aparecida. Ése será su espacio sagrado.

Como podemos observar, la obra que nos presenta Coelho sigue la estructura de las clásicas iluminaciones, a la que la historia de todas las religiones nos ha acostumbrado. Un hombre se refugia en el desierto, y ahí, en la soledad de las arenas, se encuentra a si mismo, comunicándose con los elementos que le rodean. Al llegar al momento de la iluminación, el hombre se da cuenta que todo lo que ha venido haciendo por descubrir resulta de más, porque lo que buscaba ya se encontraba ahí desde siempre.

Todo juego de iluminación requiere de la presencia del mal. Esto es un círculo clásico. Jesucristo fue tentado por el demonio en pleno desierto; San Onofre descubre en la soledad del desierto, y en el autocastigo la bondad de un Dios que le ama, y que él cree que le ha abandonado. La soledad del camello, en el discurso de las “Tres transformaciones” del Zaratustra de Nietzsche sigue el mismo tenor, en el desierto el camello del “tú debes” descubre el poderoso rugido del león “yo quiero”. Y como en los buenos cuentos, el mal es vencido siempre por el bien.

El pacto con el mal siempre va aparejado con el éxito mundano. Cuando Coelho habla de su pacto con la Bestia, dibuja de manera muy diluida, lo que autores como Goethe, ya habían dicho en boca de Fausto, es decir, que el precio que se paga por riqueza, fama, poder y belleza es el alma misma. Sin embargo, no todos los “caídos” rezan a Dios en el momento de la gran angustia que implica la oscuridad del mal. Algunos incluso, pagarían el doble de su alma por gozar las torturas del infierno de Dante, acaso porque también el mal es parte del bien.

Quizá identificar a Dios y a los ángeles en una lucha con la Bestia haga claro en un solo argumento, la batalla a la que alguna vez todos los hombres nos hemos enfrentado en cierto momento de la vida. Coelho nos ha llevado por esta senda. Sin embargo, esta no es la única salida posible, ¿qué habría sido de Coelho si se hubiera entregado completamente a la Bestia, para vivir en la lozanía de lo demoniaco? ¿Qué escenario se presentaría si Paulo hubiera poseído a Valhalla y ahí encontrado una faceta más de su ángel?

Se dice que San Juan de la Cruz, durante la escritura del “Cántico espiritual”, encontró la iluminación, y que esta fue casi instantánea. Después de esto San Juan “moría porque no moría”, pues la gota siempre ansía volver al mar que la decantó. No sé si después de ser tocado por nuestro ángel, la vida pueda continuar, así como así, ya sea en la moderna Nueva York o en la antigua Palestina; no imagino la vida del “iluminado” escribiendo a través de su cuenta de Twitter : “@iluminado: hoy me ilumine, pasa la voz”. Quizá me equivoque y los iluminados siempre fueron “spam” y por eso algunos fueron borrados mediante la sangre y la hoguera. Tal vez, la democracia tenga sus beneficios y éste sea uno de ellos. Y quizá en el desierto esté la respuesta, tal vez sea cierto que el desierto crece… ¡Hay de aquel que alberga desiertos!

valentinperea1@hotmail.com

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