lunes, 7 de diciembre de 2015


Nadie me verá llorar: la vida de Matilde, una interna de la Castañeda,  en las postrimerías del siglo XIX.


Nadie me verá llorar
Autor. Cristina Rivera Garza
Año: 2003
Editorial: Tusquets Editores

Reseña por Flor Guadalupe Hoyos Olivares


Cristina Rivera Garza, en Nadie me verá llorar establece un retrato de la vida de México de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, donde la trama se centra en la historia personal de Matilda Burgos, una mujer nacida en Papantla Veracruz en 1885, y cuya vida está marcada por diversas experiencias que le terminan recluyendo en el hospital psiquiátrico de la Castañeda.
A través de una lectura llena de metáforas y descripciones Rivera Garza nos inmiscuye en el mundo  de la Castañeda, del médico Oligochea y el fotógrafo Joaquín Buitrago, personajes que en  su diario convivir describen  el mundo de los enfermos mentales.
Mediante la descripción de varios expedientes médicos, el lector conoce los antecedentes de algunos de los personajes. El expediente de Matilda Burgos es revelador:
Matilda Burgos L. Papantla, Veracruz, 1885. Sin profesión. Soltera. Católica. Constitución regular. Desarrollo precoz durante la niñez. Padre alcohólico y madre asesinada. Chancros sifilíticos. Bubas. Placas en el labio interior. Eterismo. Prueba de Wasserman negativa. La interna es sarcásticas y grosera. Habla demasiado. Hace discursos incoherentes e interminables acerca de su pasado. Se describe a sí misma como mujer hermosa y educada, la reina de ciertos congales y numerosas orgias, dice que trabajaba como artista en la compañía del Teatro Fábregas en la ópera de Bonesi. Sufre de una imaginación excéntrica y tiene un tendencia clara a inventar historias que nunca se casa de contar. Pasa de un asunto a otro sin parar. Proclividad a usar términos rebuscados a los cuales pretende dar otro significado. Explica su encierro como consecuencia de la venganza de un grupo e soldado que pidieron servicios sexuales en la calle, debido al odio que siente por los soldados se negó y así fue como la mandaron a la cárcel. Logorrea. Muestra exceso de movilidad. Sentido afectivo disminuido, anomalía de su sentido Locura morar. Libre e indigente. Tranquilas. Primera sección
Sin embargo, este expediente es sólo un débil complemento, o más bien la prueba fehaciente de que una fría descripción médica no es capaz de revelar el cauce de toda una vida.
Durante toda la obra, la autora nos conducirá alternativamente entre la vida de Matilda en la Castañeda, y la descripción de los hechos que condujeron a Matilda a tal estado. De tal modo, Rivera Garza nos invita a recorrer la infancia y juventud de Matilda, dónde múltiples circunstancias la llevan a convertirse en prostituta.
Tal y como León Tolstoi cuenta en Resurrección las desventuras vitales que convierten a la inocente Katiuska en meretriz, Rivera Garza nos presenta de manera muy sutil el conjunto de hechos que hacen que Matilda termine ejerciendo el llamado “oficio más viejo del mundo”. Y no solamente la autora nos recuerda a Tolstoi, sino que al citar a Federico Gamboa y a Santa, coloca a su obra como un peldaño más de esta literatura que cuenta la vida de mujeres que de la inocencia tornan a un ambiente de vicio, degradación e injusticia.

Esta obra se encuentra en la misma temática que "Del oficio" el libro autobiográfico de Antonia Mora (Editorial Samo, México, 1973). En este libro,  Antonia Mora, cronista, hace un recuento de su vida en diversas zonas  de México hacia la mitad del siglo XX. Es su narración una imagen viva del centro de la ciudad de México; de Guadalajara, Poza Rica, donde la explotación sexual es la marca infamante de la vida diaria. Rivera Garza en un impresionante ejercicio de reconstrucción histórica, coloca a Matilda en las postrimerías del siglo XIX, describiendo un México que vivía una de las mayores trasformaciones de su historia: la caída del Porfiriato y el desarrollo de la Revolución Mexicana.

Sin duda la obra nos permite recuperar un contexto histórico, dónde se dibuja un México antiguo, cuyas creencias conservadoras y valores sociales, dan mayor contraste a la historia de Matilda. Durante los capítulos del libro, la autora nos bosqueja lugares, empresas, tiendas, personajes históricos, diarios (El Universal, el Imparcial)  que dan un marco a la vida de los protagonistas.
No obstante, las paredes y jardines de la Castañeda parecen aislar a quienes viven dentro.  Porque como bien señala la autora, Matilda y su locura sobrevivieron la caída de Don Porfirio, la Revolución Mexicana, los levantamientos de Zapata, Carranza y Villa, así como la consumación de la Revolución y el gobierno del “manco” Obregón. Matilda, sobreviviente, alcanza los 73 años, “y escribe y no escribe”, dando testimonio que la locura permanece intacta   incluso a los grandes cambios históricos y acontecimientos mundiales. 
La autora invita al lector a responder varias interrogantes  que los personajes se preguntan una y otra vez: ¿Cómo se llega a ser un fotógrafo de locos? ¿Cómo se llega a ser un fotógrafo de putas? ¿Cómo se llega a ser una loca?
La muerte de Paul es lo que detona la locura de Matilda, la búsqueda de esa promesa que le ofreció, porque nadie le creía que estaba casada con un descendiente de familia húngara y que vivía en el desierto.
-Me voy a matar Matilda.
Cuando lo ve incorporarse de la silla, ella se queda sentada. Después, la figura masculina cruza el umbral de la puerta y, desde allí, la mujer ve cómo su cuerpo avanza y se empequeñece en la distancia. Más tarde solo puede avizorar su sombrero tras las lomas y luego ya no ve nada. El suelo sobre Catorce es azul cobalto. Cuando escucha los ecos lejanos de la explosión has tres estrellas sobre su cabeza. Detrás, donde no puede verla, la circunferencia de la luna llena es anaranjada.

Sin embargo, ella contará que fueron unos soldados, que al negarse ella a complacerles, la condenaron a vivir en la institución psiquiátrica.
Finalmente, la lectura de Nadie me verá llorar, nos invita a reflexionar sobre como la adversidad modela las personalidades de mujeres y hombres, que forzados por su contexto se ven obligados a deshumanizarse, hasta niveles donde la locura es preferible a la realidad. No llorar, reprimir, soportar y callar, son los elementos que representan el último resquicio de dignidad para mujeres que lo han perdido todo, incluso a ellas mismas:

Matilda se aleja a toda prisa de la anciana no se dibuja ninguna sonrisa. Solo terror. El futuro en él nunca había pensado le ha rozado los cabellos, y le hace perder el rumbo a su casa. Perdida domina por el temor “nadie me verá llorar, nadie” Matilda da vueltas en las esquinas sin saber a ciencia cierta donde se encuentra.



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