Nadie me verá llorar: la vida de Matilde, una interna de la Castañeda, en las postrimerías del siglo XIX.
Nadie me verá llorar
Autor. Cristina Rivera Garza
Año: 2003Editorial: Tusquets Editores
Reseña por Flor Guadalupe Hoyos Olivares
Cristina
Rivera Garza, en Nadie me verá llorar establece
un retrato de la vida de México de finales del siglo XIX y principios del siglo
XX, donde la trama se centra en la historia personal de Matilda Burgos, una
mujer nacida en Papantla Veracruz en 1885, y cuya vida está marcada por
diversas experiencias que le terminan recluyendo en el hospital psiquiátrico de
la Castañeda.
A
través de una lectura llena de metáforas y descripciones Rivera Garza nos
inmiscuye en el mundo de la Castañeda,
del médico Oligochea y el fotógrafo Joaquín Buitrago, personajes que en su diario convivir describen el mundo de los enfermos mentales.
Mediante
la descripción de varios expedientes médicos, el lector conoce los antecedentes
de algunos de los personajes. El expediente de Matilda Burgos es revelador:
Matilda Burgos L. Papantla, Veracruz,
1885. Sin profesión. Soltera. Católica. Constitución regular. Desarrollo precoz
durante la niñez. Padre alcohólico y madre asesinada. Chancros sifilíticos.
Bubas. Placas en el labio interior. Eterismo. Prueba de Wasserman negativa. La
interna es sarcásticas y grosera. Habla demasiado. Hace discursos incoherentes
e interminables acerca de su pasado. Se describe a sí misma como mujer hermosa
y educada, la reina de ciertos congales y numerosas orgias, dice que trabajaba
como artista en la compañía del Teatro Fábregas en la ópera de Bonesi. Sufre de
una imaginación excéntrica y tiene un tendencia clara a inventar historias que
nunca se casa de contar. Pasa de un asunto a otro sin parar. Proclividad a usar
términos rebuscados a los cuales pretende dar otro significado. Explica su
encierro como consecuencia de la venganza de un grupo e soldado que pidieron
servicios sexuales en la calle, debido al odio que siente por los soldados se
negó y así fue como la mandaron a la cárcel. Logorrea. Muestra exceso de
movilidad. Sentido afectivo disminuido, anomalía de su sentido Locura morar.
Libre e indigente. Tranquilas. Primera sección
Sin
embargo, este expediente es sólo un débil complemento, o más bien la prueba
fehaciente de que una fría descripción médica no es capaz de revelar el cauce
de toda una vida.
Durante
toda la obra, la autora nos conducirá alternativamente entre la vida de Matilda
en la Castañeda, y la descripción de los hechos que condujeron a Matilda a tal
estado. De tal modo, Rivera Garza nos invita a recorrer la infancia y juventud
de Matilda, dónde múltiples circunstancias la llevan a convertirse en
prostituta.
Tal
y como León Tolstoi cuenta en Resurrección
las desventuras vitales que convierten a la inocente Katiuska en meretriz,
Rivera Garza nos presenta de manera muy sutil el conjunto de hechos que hacen
que Matilda termine ejerciendo el llamado “oficio más viejo del mundo”. Y no
solamente la autora nos recuerda a Tolstoi, sino que al citar a Federico Gamboa
y a Santa, coloca a su obra como un
peldaño más de esta literatura que cuenta la vida de mujeres que de la
inocencia tornan a un ambiente de vicio, degradación e injusticia.
Esta obra se encuentra en la misma temática que "Del
oficio" el libro autobiográfico de Antonia Mora (Editorial Samo, México,
1973). En este libro, Antonia Mora, cronista, hace un recuento de su
vida en diversas zonas de México hacia la mitad del siglo XX. Es su
narración una imagen viva del centro de la ciudad de México; de Guadalajara,
Poza Rica, donde la explotación sexual es la marca infamante de la vida diaria.
Rivera Garza en un impresionante ejercicio de reconstrucción histórica, coloca
a Matilda en las postrimerías del siglo XIX, describiendo un México que vivía
una de las mayores trasformaciones de su historia: la caída del Porfiriato y el
desarrollo de la Revolución Mexicana.
Sin
duda la obra nos permite recuperar un contexto histórico, dónde se dibuja un
México antiguo, cuyas creencias conservadoras y valores sociales, dan mayor
contraste a la historia de Matilda. Durante los capítulos del libro, la autora
nos bosqueja lugares, empresas, tiendas, personajes históricos, diarios (El
Universal, el Imparcial) que dan un
marco a la vida de los protagonistas.
No
obstante, las paredes y jardines de la Castañeda parecen aislar a quienes viven
dentro. Porque como bien señala la
autora, Matilda y su locura sobrevivieron la caída de Don Porfirio, la
Revolución Mexicana, los levantamientos de Zapata, Carranza y Villa, así como
la consumación de la Revolución y el gobierno del “manco” Obregón. Matilda,
sobreviviente, alcanza los 73 años, “y escribe y no escribe”, dando testimonio
que la locura permanece intacta incluso
a los grandes cambios históricos y acontecimientos mundiales.
La
autora invita al lector a responder varias interrogantes que los personajes se preguntan una y otra
vez: ¿Cómo se llega a ser un fotógrafo de locos? ¿Cómo se llega a ser un
fotógrafo de putas? ¿Cómo se llega a ser una loca?
La
muerte de Paul es lo que detona la locura de Matilda, la búsqueda de esa promesa
que le ofreció, porque nadie le creía que estaba casada con un descendiente de
familia húngara y que vivía en el desierto.
-Me voy a matar Matilda.
Cuando lo ve incorporarse
de la silla, ella se queda sentada. Después, la figura masculina cruza el umbral
de la puerta y, desde allí, la mujer ve cómo su cuerpo avanza y se empequeñece
en la distancia. Más tarde solo puede avizorar su sombrero tras las lomas y
luego ya no ve nada. El suelo sobre Catorce es azul cobalto. Cuando escucha los
ecos lejanos de la explosión has tres estrellas sobre su cabeza. Detrás, donde
no puede verla, la circunferencia de la luna llena es anaranjada.
Sin
embargo, ella contará que fueron unos soldados, que al negarse ella a
complacerles, la condenaron a vivir en la institución psiquiátrica.
Finalmente,
la lectura de Nadie me verá llorar,
nos invita a reflexionar sobre como la adversidad modela las personalidades de
mujeres y hombres, que forzados por su contexto se ven obligados a
deshumanizarse, hasta niveles donde la locura es preferible a la realidad. No
llorar, reprimir, soportar y callar, son los elementos que representan el
último resquicio de dignidad para mujeres que lo han perdido todo, incluso a
ellas mismas:
Matilda se aleja a toda
prisa de la anciana no se dibuja ninguna sonrisa. Solo terror. El futuro en él nunca
había pensado le ha rozado los cabellos, y le hace perder el rumbo a su casa. Perdida
domina por el temor “nadie me verá llorar, nadie” Matilda da vueltas en las
esquinas sin saber a ciencia cierta donde se encuentra.
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