La mente del escritor: el periplo de lo complejo
Por Valentín Perea Acevedo
Lectores de México
¿Cómo es la mente del escritor de cuentos fantásticos? ¿Cómo la del músico genial? ¿Cuáles son los elementos que producen lo innovador en las artes y ciencias? ¿El artista realiza su objeto para encontrarse, revelarse, descubrirse, recrearse, o para hallar un estado de catarsis? ¿Cuál es la génesis de la creatividad? Bruno Estañol (Frontera, Tabasco, 1945) en La mente del escritor nos invita a recorrer el periplo de la génesis de la creación científica, artística y literaria.
La creación de objetos nuevos tanto físicos como intelectuales es un fenómeno misterioso. Hay quienes nacen con una disposición biológica, que a veces llamamos talento para manejar notas musicales, colores o signos matemáticos. Además, todo creador necesita un ambiente adecuado en el que se valoren ciertas actividades humanas como el arte, ciencia, tecnología o religión. Finalmente, la historia personal influye en todo momento al proceso creativo.
Los niños dotados se definen como aquéllos que antes de los 12 años alcanzan un nivel comparable al de un adulto que ha dedicado al menos 10 años de su vida al estudio de un tema o dominio. Generalmente muestran su talento en áreas como la música, matemáticas, ajedrez, ballet, las lenguas, artes plásticas y ciertos deportes. Tales son los casos de Durero, Mozart, Yehudi Menuhim, Claudio Arrau, Gauss, Picasso y Turner. Si hablamos de poesía, la producción comienza en general en la adolescencia, como ocurrió con Rubén Darío, Rimbaud o el Conde de Lautréamont. Para la investigación científica, la narrativa y el pensamiento filosófico se logra una excelencia en los años de madurez, tal vez porque estas áreas requieren más invención, estructuras menos rígidas, mayor experiencia vital e imaginación. No obstante, señala Estañol, la mayoría de los grandes científicos y artistas no han sido niños prodigio. ¿Qué es entonces lo que se halla detrás del proceso creativo de los grandes hombres?
Uno de los rasgos puede ser la sinestesia, aquella condición que permite a un sujeto evocar sensaciones en otro órgano de los sentidos del que fue originalmente estimulado. Por ejemplo, al escuchar un sonido se percibe a la par un color o sabor. ¿Quiénes se han enfrentado con la sinestesia? Quizá pintores como Paul Klee, Piet Mondrian, Francis Picabia, Georgia O´Keefe y David Hockney; escritores a manera de Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Francisco de Quevedo, Vladimir Nabokov, Patrick Süskind y algunos músicos: Mendelssohn, Joachim Raff, Sibelius, Rimski Korsakov y Franz Liszt.
“Otro ejemplo es Franz Liszt, quien siendo Kapellmeinster en Viena, en 1842 sorprendió a la orquesta diciendo: ´un poco más azul por favor, este tono lo requiere´ o ´un profundo violeta, no tan rosa´.”
Asimismo, Bruno Estañol nos presenta tres ensayos sobre la memoria, en los cuales versa sobre “Funes el Memorioso” de Borges; el encuentro entre Alexander Romanovich Luria y un reportero de prodigiosa memoria llamado Sherashevski y, finalmente, el caso H.M. un hombre de 27 años que tras una operación de resección bilateral de la parte media de los lóbulos temporales sólo fue capaz de recordar los hechos anteriores a la operación, y a partir de ese suceso, no pudo acumular ningún recuerdo.
“Tengo la hipótesis de que el noventa por ciento de los cuentos que se escriben son fallidos” espeta Bruno Estañol al enfrentarse al fenómeno creativo de un cuento. Aquí, el autor nos introduce al universo de quienes se enfrentaron a la creación de un cuento –esa alimaña cortazariana que habita en nuestra cabeza- pasando por las viejas consejas de Cortázar, Hemingway, Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe, Borges, Edmundo Valadés, Juan Rulfo, Mempo Giardanelli, Italo Calvino, Juan José Arreola, Hernán Lara Zavala, Bioy Casares, Juan Carlos Onetti, entre otros.
El texto literario es un enigma en su creación. Así, Sigmund Freud nos habló de la extrañeza en un texto literario como aquella que ocurre porque despierta fantasmas inconscientes reprimidos desde la infancia; el escritor tiene acceso al inconsciente y lo hace consciente. Por eso, los textos que nos hablan de un doble –El doctor Jekyll y míster Hyde de Robert Louis Stevenson, Los elíxires del Diablo de E.T.A. Hoffman, el Retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde, el Doble de Dostoievsky y la Esquina Feliz de Henry James- pertenecen al género del terror. Esto ocurre porque el doble es el enigma del escritor mismo, más joven, más malvado, una otredad que a través de las letras, nos refleja un rostro extraño y reconocidamente propio.
Estañol, en su viaje por el proceso creativo de la palabra escrita, nos transporta a uno de los grandes enigmas de la creación literaria, de la imagen a la palabra. De este modo, continúa su recorrido al analizar los dos poemas que escribiera Jorge Luis Borges sobre el grabado de Alberto Durero: Ritter, Tod und Teufel. También nos hace testigos de cómo Juan José Arreola en Duermevela recrea el cuadro de Marc Chagall titulado Au dessus de la ville.
Las páginas dedicadas a Jorge Luis Borges, a quien el autor llama maestro del cuento realista, son una invitación al análisis de diversos cuentos tales como Historia Universal de la Infamia, Hombre de la esquina Rosada, El Sur, Funes el Memorioso, Emma Zunz y La intrusa; a través esa crítica, reafirma el realismo de Borges.
Si regresamos, entonces, tal como nos encamina Estañol a la historia personal que influye en el proceso creativo, encontramos que ¨los lectores de biografías intuyen que si conocen los avatares de las vidas de los hombres célebres quizá puedan descubrir el secreto de la creatividad”. Es por ello, que el autor nos traslada por los vericuetos vitales de escritores como Anton Chéjov, Josehp Conrad, Edgar Allan Poe y Hernán Lara Zavala; sin olvidar las enfermedades y vicios de William Styron y Jhon Keats.
No obstante, la creatividad se expresa en cualquier rama del conocimiento humano. La medicina ha sido una de ellas; Andreas Vesalius (1514-1564), y su trabajo de anatomía del cuerpo humano; René Theóphile Hyacinthe Laennec (1761-1826) con el tratado de auscultación, en que los sonidos de pulmones, corazón, entre otros órganos son reconocidos y sistematizados; Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) y su investigación sobre el sistema nervioso que lo hizo acreedor al premio Nobel de Medicina en 1906. Todos ellos son ejemplo de que la creatividad científica como ¨el resultado fortuito de una historia genética, una historia personal y familiar, y una historia cultural y de una nación. Los ingredientes exactos y sus combinaciones fortuitas siempre los desconoceremos”.
De esta manera, Bruno Estañol nos arrastra hacia una explicación muy compleja: el dilema de la naturaleza humana. Somos hijos de nuestro contexto tal y como lo somos de nuestra madre. Si nuestro barco encallara en un continente desconocido – como Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, según Bernal Díaz del Castillo- ¿En qué medida cambiaría nuestra vida? ¿O nuestra manera de escribir?
Jhon Locke propuso que todo lo que aprendemos proviene de nuestra experiencia, en contraposición a aquellos que defendían la existencia de ideas innatas. ¿Vemos o aprendemos a ver? ¿Requerimos interacción temprana con otros hombres para aprender a hablar? La cultura es un producto del cerebro humano, y al mismo tiempo, la cultura y el lenguaje dan origen al lenguaje y la cultura en el cerebro de cada individuo particular. La biología genera la cultura y viceversa. Por ello “Descubrir los mecanismos que han hecho posible la transmisión de la cultura es una ingente necesidad porque significa entender aquello que nos ha humanizado”, señala Estañol.
El homo sapiens tiene tres memorias. La memoria biológica está inscrita en nuestros genes; la memoria individual está restringida a nuestro cerebro y finalmente una memoria cultural. El hombre descubrió el fuego, la agricultura, se volvió sedentario. Con el tiempo aprendió a escribir y con ello surgieron la filosofía, la literatura y la ciencia. Así aparece la cultura como una memoria “extrabiológica” que se ha almacenado en el lenguaje, escritura, edificios, esculturas, etc. La cultura en realidad es un cúmulo de información de acuerdo al autor.
La mente del escritor es una obra, que a la par de la Odisea de Homero, nos conduce a diferentes parajes donde la creatividad humana parece hallar su campo fértil y puerto de experimentación. La mente del creador es esa vorágine compleja que intentamos asir con hipótesis científicas, y que sin embargo, escapa de nuestras manos como huyen de nosotros los sueños de la noche. Estañol sabe que la sinestesia final es aquella en la que el hombre, al oler, huele con sus cinco sentidos y al recordar lo hace desde la memoria de hace miles de años. El hombre creativo y su creación son un misterio, un complejo misterio que vale la pena navegar.
Bruno Estañol. “La mente del escritor. Ensayos sobre la creatividad científica y artística” Ediciones Cal y Arena. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. México. 2011. 283pp